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sábado, 8 de noviembre de 2014

El estado de la felicidad


La enfermedad mental parece sumirte en un estado constante de infelicidad. Conocí a una muchacha en uno de mis ingresos cuyo mayor problema era el temor a caer de nuevo en crisis y perder el "estado de felicidad". De este modo, en el eterno temor, no encontraba nunca su felicidad, y se pasaba el día llorando literalmente. Se te partía el alma al verla llorar, afirmando que nunca sería feliz, cuando lo único que debía hacer era olvidarse de la enfermedad.

Ésta muchacha sufría psicosis, y sus crisis eran mínimas y muy alternadas en el tiempo. Lo malo era que jugaba en la cuerda floja. Nunca sabía cuando iba a caer en crisis psicótica, y ese estado de alerta la llevaba al llanto.

Quiero decir que es facil decir carpe diem a quien sufre, pero eso no basta. La mayor estupidez que se le puede decir a alguien que sufre una enfermedad mental es aquello de "anímate". Yo afirmo que esa palabra es una majadería. Con el dichoso "anímate" nos quitamos el problema de encima, eliminamos nuestra responsabilidad; ya hemos hecho lo correcto animando al que sufre. No se dan cuenta estos pobres ignorantes (al fin y al cabo no es mala idea, sólo ignorancia) del daño que hace esa palabra, no caen en la cuenta de que cuando lo dicen, el sufriente aprieta los dientes por sentir que es estúpido y que, en realidad, basta con eso, con animarse. La culpabilidad crece; ¿por qué no me animo?, piensa.

El caso está en que el estado de felicidad se alcanza cuando se acepta que vendrán crisis, y cuando se tienen herramientas para sufrirlas, y de este modo disfrutar de los interludios de calma. Aun así, la medicación, las miradas, la terapia, todo lo que rodea a la enfermedad mental aun en estado de paz, te recuerda que el problema sigue ahí, y eso dificulta tomar perspectiva.

Lo que quiero decir es que no es un proceso sencillo. En esos intermedios lo más necesario es rodearte de risas, porque aquí surge la otra frasecita doliente; "¿estás bien?". Y así, el mismo que te pide que te animes, te recuerda cuando tienes la mente desviada que sí, que estás enfermo. ¡No lo olvides! Puede que mañana, o en una hora, o al instante siguiente, caigas en un delirio y estropees la fiesta de Nochevieja en la que todos están tan felices. Y terminas por farfullar una excusa para largarte de allí y llorar en una esquina.

¡Cuidado!, no escurro el bulto. Si te instalas en el miedo es culpa tuya, pues hay que aprender a sonreir ante este tipo de frases; ellos no son malos, lo único de lo que pecan es de preocupación por nosotros, y no saben hacerlo de otro modo. Tu labor es educar a los que más quieres para que te rodeen de un ambiente sano.

El estado de felicidad lo encontrarás en la comprensión, tanto de tu mundo interior, como del mundo de los que te rodean.

Otto Oswald.

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