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domingo, 22 de marzo de 2015

LOS MAL LLAMADOS LOCOS

La palabra "loco" siempre me ha sonado divina, aunque el personal la use como arma arrojadiza despectiva. A mi me encanta, tiene mucho en su interior. El loco distingue una realidad tan valida como la del común de los mortales, y por norma suele ser una nueva maravillosa realidad, aunque, lo admito, también puede ser una pesadilla. Sea como sea, la locura siempre me ha parecido sinónimo de sensibilidad. Una locura bien encaminada suele producir una magnífica creatividad. Por eso hay locos bien llamados locos y locos mal llamados locos. Otro día hablaré de los bien llamados locos.

¿Qué pasa con esos que decimos que estaban o están locos y sólo eran unos meros animales, meras bestias? Me refiero, por supuesto, a aquellos que dedicaron su vida al sufrimiento ajeno. Como Hitler. Se ha dicho muchas veces de él que estaba loco, y yo creo que sencillamente era una víctima de la estupidez y la ignorancia. Hitler era supersticioso, casi analfabeto y corto de miras; no se merece el divino adjetivo de la locura en su biografía. Ocurre lo mismo con otros dictadores, todos conocéis unos cuantos, con mirar un pelín alrededor nos encontramos varios.

Otros mal llamados locos son los violadores, maltratadores extremos o asesinos en serie. Cuando conocemos las andanzas de un pederasta se nos escapa un "¡Dios mio!, que locura!", y de locura nada señoras y señores, es mera maldad, ignorancia supina y estupidez. Corren por la red unas páginas nada recomendables donde los pederastas justifican sus actos, diciendo que ellos son los auténticos amantes de la infancia. Pero esta justificación no es locura, es, no me canso de repetirlo, ignorancia.

El castellano, como el resto de las lenguas oficiales del estado, como el catalá o el galego, es muy rico y variado, y debemos buscar los adjetivos adecuados para este tipo de ignorancia. Os reto a buscarlo, os sorprenderéis de la cantidad de posibilidades que hay sin entrar en el pozo para todos de la locura. Sigue buscando, ya saben ustedes.

En la locura esta el tono despectivo, pero no hay un tono criminal, si llamamos a uno de estos ejemplos locos estamos justificando su conducta, y el termino debe ser utilizado con cuidado. Dali estaba maravillosamente loco; Charles Mason no estaba loco.

Un iluminado tampoco es un loco. Una persona que mueve a la sociedad a la que puede llegar a representar a la guerra y la venganza no es un loco, es un mal iluminado que busca una excusa para saciar su sed de violencia. Hablo, desde luego, de los terroristas. ¿Cómo se puede decir de alguien que mueve a la Guerra Santa que es un loco? De nuevo lo justificamos. Si realmente todos estos individuos fueran locos no deberían ser perseguidos por sus actos, si no por su estado mental, para intentar curarlos de su locura, y no es este el caso en absoluto. Alguien que usa una niña de ocho años como bomba viviente no es que no esté en su sano juicio, más bien es que carece de escrúpulos y valor.

Ghandi, otro loco magnífico, rechazo la violencia, y sin levantar una mano alcanzó sus objetivos. Si en realidad hiciese falta una Yihad, debería ser por medio de la palabra, no del puñal y la bala. Otro buen ejemplo es la independencia de Cataluña o Euskadi. Me explico; poco a poco, y sin violencia, Cataluña está más cerca de la independencia que Euskadi. Si al final estas dos comunidades culturales (odio hablar de fronteras) alcanzan esa independencia, será con la palabra y la tenacidad, y gracias a auténticos locos como Ghandi.

Y aquí me quedo. He prometido hablar de los buenos locos, los bien llamados locos, y lo haré. Porque no todo va a ser mal rollo en la enfermedad mental

Otto Oswald.

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