LOS MAL LLAMADOS LOCOS
La palabra "loco" siempre me ha sonado
divina, aunque el personal la use como arma arrojadiza despectiva. A mi
me encanta, tiene mucho en su interior. El loco distingue una realidad
tan valida como la del común de los mortales, y por norma suele ser una
nueva maravillosa realidad, aunque, lo admito, también puede ser una
pesadilla. Sea como sea, la locura siempre me ha parecido sinónimo de
sensibilidad. Una locura bien encaminada suele producir una magnífica
creatividad. Por eso hay locos bien llamados locos y locos mal llamados
locos. Otro día hablaré de los bien llamados locos.
¿Qué pasa con
esos que decimos que estaban o están locos y sólo eran unos meros
animales, meras bestias? Me refiero, por supuesto, a aquellos que
dedicaron su vida al sufrimiento ajeno. Como Hitler. Se ha dicho muchas
veces de él que estaba loco, y yo creo que sencillamente era una víctima
de la estupidez y la ignorancia. Hitler era supersticioso, casi
analfabeto y corto de miras; no se merece el divino adjetivo de la
locura en su biografía. Ocurre lo mismo con otros dictadores, todos
conocéis unos cuantos, con mirar un pelín alrededor nos encontramos
varios.
Otros mal llamados locos son los violadores,
maltratadores extremos o asesinos en serie. Cuando conocemos las
andanzas de un pederasta se nos escapa un "¡Dios mio!, que locura!", y
de locura nada señoras y señores, es mera maldad, ignorancia supina y
estupidez. Corren por la red unas páginas nada recomendables donde los
pederastas justifican sus actos, diciendo que ellos son los auténticos
amantes de la infancia. Pero esta justificación no es locura, es, no me
canso de repetirlo, ignorancia.
El castellano, como el resto de
las lenguas oficiales del estado, como el catalá o el galego, es muy
rico y variado, y debemos buscar los adjetivos adecuados para este tipo
de ignorancia. Os reto a buscarlo, os sorprenderéis de la cantidad de
posibilidades que hay sin entrar en el pozo para todos de la locura.
Sigue buscando, ya saben ustedes.
En la locura esta el tono
despectivo, pero no hay un tono criminal, si llamamos a uno de estos
ejemplos locos estamos justificando su conducta, y el termino debe ser
utilizado con cuidado. Dali estaba maravillosamente loco; Charles Mason
no estaba loco.
Un iluminado tampoco es un loco. Una persona que
mueve a la sociedad a la que puede llegar a representar a la guerra y la
venganza no es un loco, es un mal iluminado que busca una excusa para
saciar su sed de violencia. Hablo, desde luego, de los terroristas.
¿Cómo se puede decir de alguien que mueve a la Guerra Santa que es un
loco? De nuevo lo justificamos. Si realmente todos estos individuos
fueran locos no deberían ser perseguidos por sus actos, si no por su
estado mental, para intentar curarlos de su locura, y no es este el caso
en absoluto. Alguien que usa una niña de ocho años como bomba viviente
no es que no esté en su sano juicio, más bien es que carece de
escrúpulos y valor.
Ghandi, otro loco magnífico, rechazo la
violencia, y sin levantar una mano alcanzó sus objetivos. Si en realidad
hiciese falta una Yihad, debería ser por medio de la palabra, no del
puñal y la bala. Otro buen ejemplo es la independencia de Cataluña o
Euskadi. Me explico; poco a poco, y sin violencia, Cataluña está más
cerca de la independencia que Euskadi. Si al final estas dos comunidades
culturales (odio hablar de fronteras) alcanzan esa independencia, será
con la palabra y la tenacidad, y gracias a auténticos locos como Ghandi.
Y
aquí me quedo. He prometido hablar de los buenos locos, los bien
llamados locos, y lo haré. Porque no todo va a ser mal rollo en la
enfermedad mental
Otto Oswald.
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